jueves, 15 de abril de 2010

Louis Antonie Saint-Just


(25 de agosto de 1767- 28 de julio de 1794), fue político revolucionario francés. Sus partidarios le apodaron el "arcángel de la Revolución" y sus detractores el "arcángel del Terror".
Hijo de una familia de propietarios, era estudiante de Derecho cuando estalló la Revolución de 1789. Se unió al movimiento participando en el mando de la nueva Guardia Nacional. Dentro de las filas revolucionarias, adoptó desde el principio las posturas más radicales, lo cual le vinculó a Robespierre. Destacó por su republicanismo y sus ataques contra Luis XVI, cuya ejecución apoyó con ahínco, (1793).
Siempre fiel a Robespierre, le ayudó a derribar del poder a los girondinos, a deshacerse de Danton y a establecer un régimen de excepción que llevara la Revolución hasta sus últimas consecuencias para salvarla de sus enemigos internos y externos.
Su ideología, contraria a la monarquía y la aristocracia, queda reflejada en 1789 en su poema "L´Organt".
Concibió impuestos para las grandes fortunas y redactó un proyecto de Constitución que se aprobó, en 1793, casi en su totalidad. La potencia y radicalidad de sus ideas, el impulso de clase que tenía su pensamiento era un atentado cotidiano contra la tímida burguesía ilustrada.
Lo mejor de su contribución, si acaso es posible deslindar acción y reflexión en su actividad política, está en sus textos jurídicos, en las Instituciones republicanas y en el discurso Sobre la necesidad de declarar el gobierno revolucionario hasta la paz. Ahí se encuentra la esencia de su concepción revolucionaria del estado, un estado que se construye bajo la idea de comunidad.
Saint Just escribe:
“El gobierno no debe ser solamente revolucionario contra la aristocracia: debe serlo contra aquellos que roban al soldado, que pervierten el ejército con su insolencia, y que, por el derroche del dinero público, llevarían al pueblo a la esclavitud y el imperio a su disolución por el infortunio. Tantos males tienen su fuente en la corrupción de unos y en la ligereza de otros.”
“La soberanía del pueblo es indivisible, incomunicable, inalienable: es la fuerza por la que resiste a la opresión. Hay otra soberanía que no es menos indivisible, incomunicable, inalienable, es la soberanía particular de todos los hombres por la cual la propiedad, la posesión se mantiene. Esta soberanía es lo que se llama independencia. Este es el mismo espíritu con el que el pueblo es soberano. Lo es para mantener su propiedad y su posesión.” Saint-Just, “De la naturaleza”.
“En la sociedad regenerada todo debe ser armonía… La minoría que engorda, consume… no puede continuar enflaqueciendo a la mayoría que produce y trabaja… Que todos sean a la vez productores y consumidores, en la proporción en que las necesidades sean satisfechas, sin que nadie sufra de miseria y fatiga… Ya ha llegado la hora para la muchedumbre de no ser rebaño al que se esquila hasta la carne, al que se engulle… No más señores; no más antropófagos; no más explotados”.
No es más “en los espíritus” donde hay que hacer la Revolución. No es allí donde hay que buscar el éxito… La Revolución hay que hacerla, ahora, “en las cosas”… Uno puede extasiarse ante un cambio de opinión; pero la beatitud espiritual conviene sólo a los buenos espíritus, a los hombres que gozan de los bienes de la fortuna.
Murió en la guillotina en julio de 1794. Su nombre -perseguido y condenado por la historia- parece una proclama, un grito de guerra, casi un manifiesto subversivo.

…Probaremos que la tierra no es de nadie, sino de todos…..

¡Pueblo despierta a la esperanza… despierta a la vista de un futuro feliz!

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